Shorts // Ubuntu 22.10

El sistema operativo de Canonical prosigue su concienzuda andadura y ya vamos por la versión 22.10, una iteración para entusiastas centrada en la incorporación de nuevas tecnologías y pruebas de cambios en la interfaz con soporte de 9 meses, mientras el público más conservador sigue disfrutando de la versión de soporte largo 22.04 LTS.

Ubuntu 22.10 incluye todo el software puesto a la última, que si el kernel 5.19, Gnome 43… A mí lo que más me llama la atención es la adopción de PipeWire, un desarrollo de Red Hat que puede que nos pase desapercibido pero que llega para reforzar las capacidades en temas de audio y vídeo a nuestro GNU/Linux favorito.

De manera más «palpable» nos encontramos con diversos cambios menores en la interfaz respecto a la anterior versión, aunque también toparemos con ciertos errores en el centro de configuración del sistema, algún error de inconsistencia con el tema oscuro con alguna aplicación y algún error de traducción. Además, nos encontraremos con que han desaparecido los botones rápidos en la aplicación del gestor de archivos de «vaciar papelera» o de «desmontar unidad», utilidades que ahora sólo aparecerán en el menú desplegable al pulsar con el botón derecho sobre la papelera o la unidad que deseemos desmontar.

En todo caso, si obviamos estos errores menores, Ubuntu 22.10 funciona estupendamente (al menos en mi equipo), sin embargo, excepto por querer estar «a la última», no se puede comparar a lo depurado de Ubuntu 22.04.1 LTS.

El «efecto» Vim

De un tiempo a esta parte, apareció en escena el gran Visual Studio Code y se hizo con el cariño de gran parte de la masa de desarrolladores del planeta. Este editor de texto, surgido de Microsoft y realizado en Electron, consume bastantes recursos debido a su desarrollo en Javascript como aplicación de escritorio, pero a cambio ofrece una funcionalidad, una sencillez de adaptación y desarrollo/instalación de plugins, inmensas, y que han encandilado a todo tipo de desarrolladores de software.

Y cuando parecía estar ya todo el pescado vendido, la comunidad avanza un paso hacia atrás (no en mal sentido) y no son pocos los desarrolladores que se están pasando de VSCode hacia el, a priori, arcaico Vim.

¿Por qué usar un editor basado en la terminal y en atajos de teclado existiendo opciones más «modernas»? ¿Es realmente por la «velocidad» que puede aportar Vim?

EL EFECTO VIM

Pero el caso es que un programador «de corazón» disfruta con las dificultades. El «efecto Vim» creo que es algo inherente a un programador. Es decir, cuando uno elige tirar por el camino de la programación, es porque le gustan las dificultades y su mente se estimula con el aprendizaje y resolución de tareas complicadas (excepto los que sólo buscan la pasta o se lo toman como un trabajo más). Cuando uno se dedica al desarrollo de software por pasión, seguramente es gente que ya de niños tenían que desmontar cachivaches y saber/ver cómo funcionaban internamente. Y de mayores esta curiosidad no desaparece; no basta con aprender un lenguaje y dedicarse a una tarea toda la vida. Normalmente, los desarrolladores no se estancan en un trabajo o en una tarea, sino que tienden a aburrirse cuando ya saben cómo hacer las cosas y entran en monotonía.

Es habitual que un programador esté continuamente aprendiendo nuevos lenguajes de programación, nuevos frameworks… nuevas tecnologías que estimulen su curiosidad. Y eso es lo que pasa con Vim. Visual Studio Code es una herramienta, que está muy muy bien para su cometido, pero tras un tiempo de uso, ya se domina, y entra en la monotonía. Y Vim representa, para los usuarios que nunca lidiaron con él, ese algo nuevo y excitante, ese editor «difícil» y enrevesado del que todo el mundo está hablando y al cual visibles personalidades de la programación se están pasando.

LA REALIDAD

Seamos realistas. Normalmente un programador no es más productivo por escribir código más o menos rápido, sino por tener claro lo que quiere hacer. Mucho trabajo del desarrollador es investigación y pensar y planificar las cosas que quiere realizar y cómo las quiere llevar a cabo. Escribir el código es sólo una parte de su trabajo, y con VSCode, Emmet o el novedoso Copilot de GitHub, la tarea de edición del código ya está bastante acelerada.

Vim es complicado. Es complicado de aprender y es complicado de utilizar. Se requiere mucho tiempo para estudiarlo, mucho tiempo para dominarlo y mucho tiempo también para configurarlo y ponerlo a funcionar al gusto de cada uno. Mucho tiempo, valiosas horas, que se podían invertir en escribir código con las herramientas conocidas. Pero Vim representa ese nuevo caballo a domar, un aliciente irresistible para gente aburrida del omnipresente Visual Studio Code, el cual, en su día, representó justo lo mismo: la novedad, el editor de moda, el «algo nuevo» y diferente que aprender y usar.

Yo conozco Vi desde hace años, y aprendí lo justo para poder leer o editar un texto rápido. Ahora, picado por el gusanillo, he profundizado un poco más en sus entresijos, los buffers, los tabs, .vimrc, los plugins… Realmente se puede hacer mucho más con él de lo que pensaba y también se puede potenciar mucho el Vim básico con todo tipo de añadidos, pero para mí seguirá siendo el editor rápido y secundario al que echar mano para algo puntual.

Por ahora, VSCode no tiene sustituto para mí, ni en velocidad ni en utilidad. Pese a lo «pesado» que es, funciona holgado en equipos bastante antiguos. Y qué decir de poder usarlo desde cualquier navegador sin tan siquiera tener que tenerlo instalado en nuestro equipo, pudiendo echar mano incluso de una tableta en cualquier lugar y poder escribir código con nuestro editor favorito.

Total, que en la variedad está el gusto, así que, que cada uno sea feliz construyendo software con las herramientas que más le hagan disfrutar del proceso.

Revivimos un Acer Aspire con Ubuntu

Había por casa un «viejo» portátil que había pasado ya por unas cuantas manos. Éste se encontraba lleno de polvo y yacía abandonado en un rincón de la casa. La pantalla estaba grasienta, los bordes con algún toque de pintura, y la batería… ni idea de si había muerto del todo.

La última vez que este ordenador pasó por mis manos hace un par de años de camino a otro usuario necesitado, la batería no aguantaba ni media hora sin conexión, pero, al menos, servía para aguantar un fortuito corte en el suministro eléctrico. En aquel entonces le instalé Windows 10, pues, aunque se tomaba su tiempo para arrancar, era bastante más rápido que un Ubuntu, por ejemplo.

Tras una limpieza profunda, probamos a enchufar y arrancar el ordenador. Y sí, consiguió arrancar, si bien la batería estaba tan descargada que tardó bastante en pasar al 1%, pero al menos aún iba.

Arrancar… Todo va lento aquí. Este viejo Acer Aspire 5733Z lo mueve un Pentium P6200 doble núcleo 2.13 GHz apoyado por 4 GB DDR3. Su pantalla 15.6″ presenta un tamaño actual, pero su definición HD (1366×768) y su terminado brillante (no mate), que refleja todo lo que hay delante de ella, no la hacen muy agradable a la vista, además de que tiene un ángulo de visión muy pobre, como pobres son sus colores, ya que tampoco es IPS. Como se puede apreciar en la imagen (en persona no es tan exagerado), tiene mucho efecto espejo y el negro de fondo prácticamente brilla por su ausencia, pero para tareas de lectura y escritura aún se puede aprovechar.

Su disco duro es tal vez el peor cuello de botella de esta laptop, pues se trata de un HDD de 5400 rpm y 640 GB. Su tarjeta de red no soporta la banda de 5 GHz, aunque ofrece un gran alcance de cobertura wifi; lenta pero segura… Y su batería, pese a lo esperado, todavía sobrevive y ha cargado, pero no sirve para operar con ella, sino que está simplemente (y al menos) para dar soporte como SAI para poder apagar el ordenador con seguridad ante un corte de electricidad.

Su lector de DVD parece seguir funcionando, aunque ya hace años que dejé de usar estos viejos soportes de información. Sus USB tampoco son especialmente rápidos…

El teclado y el touchpad de este Aspire son los únicos que parecen soportar bien el paso del tiempo. El teclado es cómodo y sigue funcionando como el primer día, mientras que el touchpad es enano, pero útil, y no se mete en medio de las manos.

Entonces, realizado un diagnóstico inicial, me dispongo a tirar abajo el Windows 10 que tenía instalado (en su día venía con Windows 7) y pretendo instalarle un nuevo sistema operativo que me pueda servir para mis clases de programación web.

Mi primera elección es optar por un ligero Ubuntu MATE. Ubuntu MATE se basa en el viejo Gnome 2 y ofrece un entorno de escritorio bastante ligero. La instalación del sistema operativo tarda una eternidad y el inicio se demora unos buenos dos minutos, pero al menos, una vez cargada la interfaz gráfica, se puede trabajar bastante bien. Lo malo es que el sistema sufre de reiterados cuelgues random de la interfaz gráfica. Esto podría ser debido a algún conflicto software pero también a alguna falla de la RAM.

Tras un par de intentos con Ubuntu MATE y comprobar que el fallo persiste, no tiro la toalla y pruebo con Ubuntu 22.04.1 LTS. De nuevo, la instalación tarda un montón en concluir, y el arranque del sistema nuevamente se va a los dos minutos (al fin y al cabo, la base de los dos sistemas es la misma). Dos minutos es el tiempo que tarda entre apretar el botón de encendido y llegar a la pantalla de login, tras lo cual aún habrá que darle un margen al sistema para terminar de cargar la interfaz gráfica y «estabilizarse». Al menos llegan las buenas noticias, y es que, en esta ocasión, todo funciona debidamente, sin cuelgues extraños.

Visual Studio Code, Chrome, la terminal, GIMP, LibreOffice… La verdad es que no se comporta mal del todo este portátil con este tipo de aplicaciones. Me resulta cómodo para ciertas circunstancias y, si algo tiene bueno, es un muy bajo consumo de energía, que tal y como están las cosas, es siempre de agradecer.

Shorts // Ubuntu 22.04 LTS

Hace apenas una semana que ha salido la versión final de Ubuntu 22.04 LTS, y he de decir que me encanta. Sistema estable, pulida interfaz, todo en su sitio… Seguramente, muchos esperarán a la primera major update 22.04.1 para confiar en la estabilidad del nuevo sistema de Canonical, no obstante, creo que la nueva LTS es un sistema que ya está maduro y preparado para entrar en tu computadora con garantías.

Puedes descargarlo desde su sitio oficial, como de costumbre.

Shorts // Ubuntu 20.04.4 LTS: así, sí

Anteriormente en este blog hablamos de Ubuntu 20.04.2 LTS, donde el sistema me daba ciertos problemas «tontos» que no deberían estar en una LTS ya curtida en su segunda update, por lo que mi sistema de trabajo terminó siendo Ubuntu 21.04, un sistema que, en entornos de producción, no es el más adecuado debido a su corta vida útil.

En cambio, he migrado mi escritorio a la última LTS de Ubuntu, y, ahora sí, ya he podido operar con el sistema sin ningún tipo de error ni durante su instalación ni en el uso diario, algo que no conseguía con una LTS en mi equipo desde hacía mucho tiempo.

Así que, Ubuntu 20.04.4 LTS, tú sí que vales.

Ubuntu en 2021

Tras unas cuantas iteraciones de Ubuntu que se negaban a funcionar correctamente en mi PC, teniendo que usar versiones «antiguas», por fin la versión 20.04.2 LTS parece ir… casi a la perfección, a excepción de unos cuantos errores durante la instalación, errores que se solucionaron al instalar las últimas actualizaciones.

El tema viene de lejos: desde la exitosa 18.04 LTS, ningún Ubuntu había cuajado bien en mi equipo, ni siquiera la 20.04 inicial. Estas versiones mostraban un insistente mensaje de error grave nada más iniciar el sistema al que no encontraba solución, y esto me ocurría tanto tras una instalación tradicional como tras una instalación en máquina virtual.

Trabajar en Ubuntu es siempre una experiencia reconfortante para mí, ya que, una vez te has familiarizado con el sistema operativo en años anteriores, da igual que vayan saliendo nuevas versiones ya que, aunque los cambios internos no dejan de aparecer, en cuanto al feeling del usuario éste apenas sufre variaciones. De este modo, si sabías configurar y tenías controlado donde estaba todo en versiones anteriores, sigues sabiendo cómo trabajar con él, con el añadido de que tendrás siempre un sistema «a la última» sin tener que preocuparte por ir actualizando manualmente los programas que utilices. También me gusta siempre lo rápido que es poner el sistema a punto para usar tras una instalación limpia, a diferencia de Windows, donde requiero varias horas de configuración antes de que el sistema funcione tal y como quiero, sin que haga «cosas raras» sin mi permiso y con todas las aplicaciones instaladas.

Ahora que el inesperado Windows 11 está a la vuelta de la esquina, y que todo augura que va a ser un sistema especialmente atractivo para desarrolladores con todo el buen desempeño al que nos ha acostumbrado Windows 10, no hay que olvidar que GNU/Linux aún está con nosotros y que todavía tiene mucho que decir para quienes le quieran dar una oportunidad.

Nota 17/08/21: Tras la prueba de Ubuntu 20.04.2 LTS vino la de Ubuntu 21.04, el cual, pese a ser en principio un sistema menos estable para entornos de producción, no me ha dado absolutamente ningún tipo de problema ni error. De este modo, aunque siempre he sido más partidario de usar las LTS para trabajar, en este caso me he quedado con la versión más reciente de Ubuntu en el escritorio.

A pantalla completa, mejor

El lunes comenzó la cuarentena a nivel español; algunos no podemos practicar el teletrabajo, pero mucha gente, como mi pareja, comenzó con el teletrabajo desde el día 1 del confinamiento. Fue entonces cuando me di cuenta de que algo fallaba en el portátil que estaba usando para realizar su trabajo desde casa…

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Ubuntu MATE 18.04.3 LTS

Cada vez que sale una nueva ISO de Ubuntu «tiemblo» a la hora de instalarla en el portátil, ya que la mitad de las veces sufren bloqueos insalvables durante la instalación, tanto el original como su derivado Ubuntu MATE. Por ejemplo, la 18.04 y la 18.04.1 las podía instalar correctamente, mientras que la 18.10, la 18.04.2 y la 19.04 no. A tenor de que en el viejo PC de escritorio van bien, todo apunta a algún problema con EFI, el disco duro sólido o algún otro componente moderno. ¿Cómo habrá ido en esta ocasión?

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Ubuntu: casos extraños con la instalación

Hoy quería comentar ciertos casos que me ocurren para instalar Ubuntu/Ubuntu MATE, aprovechando que ha ido a peor con la reciente edición 18.04.2, aunque ya ocurren cosas raras desde hace tiempo, de los cuales no encuentro solución… ni siquiera referencias en internet, cosa que me extraña.

Sea Ubuntu/Ubuntu MATE 18.04.1:

Si creo imagen USB debidamente desde el Creador de Discos de Arranque, en mi PC antiguo va todo bien, pero en mi portátil con bios EFI, no va el arranque. La solución es más rara aún: para poder instalar Ubuntu 18.04.1 en el portátil, tengo que crear el USB desde Rufus bajo Windows, modo en el que, entonces, todo va perfecto.

Sea el reciente Ubuntu/Ubuntu MATE 18.04.2:

Esta es curiosa. Si creo el disco desde Ubuntu, ni arranca, se lo salta como si no hubiese USB arrancable conectado. Si creo el disco de arranque tanto desde Windows con Rufus como desde Ubuntu MATE, el USB se crea bien y puedo instalar el sistema, aunque a la hora de ir a configurar las particiones tarda un inexplicable tiempo de más. Encima, cuanto termina el proceso, a la hora de reiniciar se queda colgado. Apago a machete e inicio el sistema, pero se quedará colgado siempre al querer reiniciar o apagar, aunque instale las últimas actualizaciones. La rara solución: tengo que instalar el 18.04.1 y luego actualizarlo a 18.04.2 para que todo vaya bien.

Sea Ubuntu/Ubuntu MATE 18.10:

Creo el USB de arranque, parece que todo va bien e instalo el sistema, pero al llegar a la hora de reiniciar el sistema, parece que quiere hacerlo, pero se queda en el intento, y en esta ocasión no va ni en el portátil EFI ni en el portátil ni PC antiguos. Apago a machete e inicio el sistema, pero se quedará siempre colgado sin poder apagar ni reiniciar. La solución, de nuevo, no puede ser más rara: si actualizo a 18.10 desde 18.04, todo va perfecto, con lo cual, para instalar 18.10 y que todo vaya correctamente, tengo que seguir los pasos: crear USB de 18.04.1 desde Windows con Rufus, después actualizarlo a 18.04.2 y después actualizar a 18.10. Toda esta liada no es muy grave si se dispone de una buena conexión a internet y un SSD que no te eternice las actualizaciones, pero si tienes una conexión lenta y un disco duro tradicional, o varios PC para instalar, esto es un enorme incordio.

Ya sabemos que ningún software está exento de fallos, pero la instalación del sistema operativo debería ir como la seda. Que para instalar Ubuntu haya que recurrir a Windows, es un fallo grande. Que la 18.04.1 se instale y funcione todo perfectamente pero luego la instalación limpia de la 18.04.2 o de la 18.10 den problemas, pero no al instalarlas como actualización, no tiene sentido; se supone que, en ambos casos, terminas con el mismo software en el PC. Que, si al instalar el sistema se queda colgado en el reinicio desde el USB, luego se quede siempre colgado a la hora de apagar/reiniciar, tampoco tiene sentido. Sería más normal que se quedase colgado el reinicio del USB por X error pero no después, ya instalado el sistema y actualizado.