Revivimos un Acer Aspire con Ubuntu

Había por casa un «viejo» portátil que había pasado ya por unas cuantas manos. Éste se encontraba lleno de polvo y yacía abandonado en un rincón de la casa. La pantalla estaba grasienta, los bordes con algún toque de pintura, y la batería… ni idea de si había muerto del todo.

La última vez que este ordenador pasó por mis manos hace un par de años de camino a otro usuario necesitado, la batería no aguantaba ni media hora sin conexión, pero, al menos, servía para aguantar un fortuito corte en el suministro eléctrico. En aquel entonces le instalé Windows 10, pues, aunque se tomaba su tiempo para arrancar, era bastante más rápido que un Ubuntu, por ejemplo.

Tras una limpieza profunda, probamos a enchufar y arrancar el ordenador. Y sí, consiguió arrancar, si bien la batería estaba tan descargada que tardó bastante en pasar al 1%, pero al menos aún iba.

Arrancar… Todo va lento aquí. Este viejo Acer Aspire 5733Z lo mueve un Pentium P6200 doble núcleo 2.13 GHz apoyado por 4 GB DDR3. Su pantalla 15.6″ presenta un tamaño actual, pero su definición HD (1366×768) y su terminado brillante (no mate), que refleja todo lo que hay delante de ella, no la hacen muy agradable a la vista, además de que tiene un ángulo de visión muy pobre, como pobres son sus colores, ya que tampoco es IPS. Como se puede apreciar en la imagen (en persona no es tan exagerado), tiene mucho efecto espejo y el negro de fondo prácticamente brilla por su ausencia, pero para tareas de lectura y escritura aún se puede aprovechar.

Su disco duro es tal vez el peor cuello de botella de esta laptop, pues se trata de un HDD de 5400 rpm y 640 GB. Su tarjeta de red no soporta la banda de 5 GHz, aunque ofrece un gran alcance de cobertura wifi; lenta pero segura… Y su batería, pese a lo esperado, todavía sobrevive y ha cargado, pero no sirve para operar con ella, sino que está simplemente (y al menos) para dar soporte como SAI para poder apagar el ordenador con seguridad ante un corte de electricidad.

Su lector de DVD parece seguir funcionando, aunque ya hace años que dejé de usar estos viejos soportes de información. Sus USB tampoco son especialmente rápidos…

El teclado y el touchpad de este Aspire son los únicos que parecen soportar bien el paso del tiempo. El teclado es cómodo y sigue funcionando como el primer día, mientras que el touchpad es enano, pero útil, y no se mete en medio de las manos.

Entonces, realizado un diagnóstico inicial, me dispongo a tirar abajo el Windows 10 que tenía instalado (en su día venía con Windows 7) y pretendo instalarle un nuevo sistema operativo que me pueda servir para mis clases de programación web.

Mi primera elección es optar por un ligero Ubuntu MATE. Ubuntu MATE se basa en el viejo Gnome 2 y ofrece un entorno de escritorio bastante ligero. La instalación del sistema operativo tarda una eternidad y el inicio se demora unos buenos dos minutos, pero al menos, una vez cargada la interfaz gráfica, se puede trabajar bastante bien. Lo malo es que el sistema sufre de reiterados cuelgues random de la interfaz gráfica. Esto podría ser debido a algún conflicto software pero también a alguna falla de la RAM.

Tras un par de intentos con Ubuntu MATE y comprobar que el fallo persiste, no tiro la toalla y pruebo con Ubuntu 22.04.1 LTS. De nuevo, la instalación tarda un montón en concluir, y el arranque del sistema nuevamente se va a los dos minutos (al fin y al cabo, la base de los dos sistemas es la misma). Dos minutos es el tiempo que tarda entre apretar el botón de encendido y llegar a la pantalla de login, tras lo cual aún habrá que darle un margen al sistema para terminar de cargar la interfaz gráfica y «estabilizarse». Al menos llegan las buenas noticias, y es que, en esta ocasión, todo funciona debidamente, sin cuelgues extraños.

Visual Studio Code, Chrome, la terminal, GIMP, LibreOffice… La verdad es que no se comporta mal del todo este portátil con este tipo de aplicaciones. Me resulta cómodo para ciertas circunstancias y, si algo tiene bueno, es un muy bajo consumo de energía, que tal y como están las cosas, es siempre de agradecer.

Prueba de material // Gigabyte G5 GD-51ES123SD

¿De qué conocemos a Gigabyte? Yo, mayormente, por sus placas base y sus tarjetas gráficas. En cambio, un portátil bajo su nombre no se me habría ocurrido. Y un ordenador portátil de esta marca es el que ha pasado por mis manos recientemente, donde he tenido oportunidad de ponerlo en marcha (instalación desde cero), con un resultado mucho más interesante de lo que esperaba…

Bajo la denominación Gigabyte G5 se aglutinan unas cuantas configuraciones de hardware, de entre las que «nuestra» unidad se denominaba G5 GD-51ES123SD. Bajo esta nomenclatura nos encontramos con un portátil que, a grandes rasgos, ofrece:

  • Procesador i5-11400H
  • 16 GB RAM 3200 MHz dividida en dos módulos
  • Tarjeta gráfica GeForce RTX 3050 GDDR6 4GB
  • 512 GB SSD
  • Pantalla antirreflejos 15,6″ 1920×1080 IPS 144Hz 72% NTSC

(ver todas sus especificaciones)

Muchos números pero… ¿qué tal la experiencia? Pues ya adelanto que muy sorprendido, para bien. El último portátil que tuve fue el MSi PL62 7RC, y esto es totalmente otro mundo.

Comenzaré hablando por lo primero que más me ha llamado la atención, y que no ha sido otra cosa que la pantalla. Nunca había visto una IPS en ningún portátil (tampoco he visto muchos) que ofrezca un negro tan puro, con tan ínfima fuga lumínica. Y luego están sus 144 Hz, que ofrecen un scroll suave, donde no se aprecia ghosting. En cuanto a los colores, ofrece un buen rango, aunque  cuenta con unas tonalidades tal vez menos vívidas que otros monitores pero sí muy relajantes a la vista. La pantalla nos ofrece también un panel antirreflejos.

El resto de los componentes están fuera de toda duda, y hacen que el portátil vuele. La experiencia es realmente buena, donde me llamó especialmente la atención lo bien que capta la señal WiFi, alcanzando los 30 MB/s* en una zona complicada donde mi sobremesa a duras penas sobrepasa los 5 MB/s. (*Hablo de megabytes de descarga, en una red de cable de 300 megabits).

El teclado ofrece un efecto goma muy agradable y nos adaptamos muy rápido a su uso. Su construcción se nota robusta, y ofrece un teclado completo con la distribución más tradicional de escritorio, con su teclado numérico independiente y su tecla Enter de tamaño completo, que siempre va bien para cuando usamos el portátil para productividad, aunque echo de menos que las teclas de función estén separadas en grupos de cuatro como en teclados de otros portátiles. El touchpad, aunque siempre lo evito si puedo usar un ratón externo, incorpora dos botones independientes para clic derecho e izquierdo, cosa que siempre prefiero.

La batería es el punto flojo de este portátil, pues en uso ofimático apenas ofrece dos horas de autonomía, mucho menos si jugamos. En cambio, ofrece un compartimento extraíble, por lo que reemplazarla en un momento dado será muy sencillo, y lo importante para mí es que ofrece una duración suficiente para servir de apoyo ante ocasionales cortes de luz que se puedan producir.

La refrigeración está a cargo de dos ventiladores independientes para la GPU y CPU, con lo que la refrigeración es solvente, si bien su ruido nos acompaña constantemente cuando realizamos tareas de alta carga de proceso, como juegos. Los conectores del cargador y salida de vídeo se ubican en la parte posterior del portátil, algo que yo realmente aprecio, pues así nos libera los laterales de cables cuando queremos conectar el portátil a una pantalla externa, por ejemplo.

Lo que me rompió un poco la cabeza fue instalar el sistema operativo. Inicialmente, monté Windows 10 en este equipo, sin embargo ciertos controladores importantes no se instalaron automáticamente, y la web de Gigabyte, pese a que ofrece todo tipo de controladores, no aclara nada bien para qué sirve cada uno o cuáles se deben instalar. La pantalla no ofrecía sus 144 Hz, los juegos iban lentos pese a que el controlador de la RTX se había instalado correctamente, no se había activado el bluetooth… En vez de romperme la cabeza buscando a mano los controladores que pudieran faltar por instalar, decidí probar a instalar Windows 11 y… todo se solucionó. Windows 11 instaló automáticamente todos los controladores y software necesario para este equipo, incluido el centro de control (Control Center 3.0) de Gigabyte para controlar el RGB del teclado, los ventiladores y la temperatura de GPU y CPU, entre otros.

En estos momentos, y hasta el lunes, PCComponentes, con motivo de la celebración de su 17 aniversario, ofrece este portátil con un 25% de descuento, a un muy interesante precio de 749€, lo que, para todo lo que ofrece, me parece una muy buena oportunidad para hacerse con uno.