Windows 11 22H2

Windows 11 22H2 llegó como una actualización «gorda» para todos los usuarios de Windows 11. Para la mayoría de usuarios, 22H2 apareció como una actualización rutinaria a realizar desde su centro de actualizaciones Windows Update.

Por desgracia, para algunos, 22H2 nos llegó con la problemática de tener que instalar el sistema operativo desde cero para poder optar a las últimas novedades de Windows 11, así que hubo que esperar a reunir el tiempo y las ganas necesarias para reinstalar todo el sistema operativo para poder probar las novedades de Windows 11 22H2.

Windows 11 es un sistema que llevo usando desde el verano y que, excepto pequeños errores menores, trajo a mi escritorio un «Windows 10» más pulido, o más cohesionado en su interfaz, terminando con la desganada pantalla de configuración de Windows 10 y realizando un mejor ejercicio en el tratamiento de las ventanas en el escritorio.

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Ahora tenemos ante nosotros a la esperada Windows 11 22H2, revisión mayor de Windows 11 con la que todos esperaban que Microsoft corrigiese esos pequeños errores menores que acarreaba consigo el nuevo Windows desde su lanzamiento y que suponían una traba extra para la adopción del nuevo sistema operativo por el público en general.

MI PERCEPCIÓN

Una vez instalado Windows 11 22H2, sí tengo la sensación de que se ha terminado de pulir la interfaz, que hay cosas que funcionan mejor que antes, como el menú inicio y como la gestión de las ventanas, que a veces se perdía el foco indebidamente al abrir una nueva aplicación.

En la parte negativa, en un primer contacto, he tenido la sensación de que algunas aplicaciones, como el gestor de archivos, se abrían tras un retraso mayor de lo esperado, sin embargo, parece que con el paso de los días el sistema se estabiliza y comienza todo a fluir como debería.

Lo que sí le ocurre a este Windows es que el menú inicio tarda unos segundos en reaccionar si acabamos de arrancar el sistema operativo. Es decir, lo primero que hago tras arrancar cualquier sistema operativo es abrir el menú inicio con la tecla Windows y teclear las primeras letras de la aplicación que quiero abrir. Pues si esto lo hago recién arrancado Windows 11 22H2, el menú inicio no registra mis primeras pulsaciones de teclado, hasta trascurridos unos cuatro o cinco segundos. Después, todo fluye debidamente. Esto no lo entiendo. El sistema operativo ya pasa por un proceso de arranque para que, una vez en la interfaz, todo funcione como debe. Sí, todos sabemos que hay cosas que se terminan de cargar una vez logueado en el escritorio, como aplicaciones de terceros en segundo plano y otras cosas, pero el menú inicio es lo primero que muchos tocamos y eso tiene que funcionar al momento. Incluso entiendo que tocando la tecla Windows no se abra instantáneamente el menú inicio justo a iniciar el sistema operativo, pero no entiendo que sí que se abra pero que no capte las primeras pulsaciones del teclado.

CONCLUSIÓN

Con todo, yo creo que Windows 11 ha evolucionado positivamente. En mi trato con el sistema operativo, los errores que más me molestaban, o que me molestaban constantemente y no solo en el inicio del sistema, se han solucionado. El rendimiento bien, mis programas funcionan todos perfectamente… Voto positivo por mi parte.

Windows 11 22H2 lo vuelve a hacer…

Lamentablemente, el caso de Windows 11 y sus trabas tontas continúa.

Hubo un tiempo en el que Windows 11 se negaba a instalar en mi ordenador porque requería TPM 2.0 y un procesador compatible. Y mi procesador sí que era compatible, pero Microsoft no lo consideraba así, así que no se me permitía actualizar de Windows 10 a Windows 11 directamente, pero sí realizar una instalación desde cero sin problemas.

Una vez instalado Windows 11, legalmente y correctamente, sin trucos, todo fue bien durante estos meses. Y ahora llegó la esperada versión Windows 11 22H2 y resulta que volvemos a las andadas. Esta actualización «gorda» no se instala automáticamente en mi equipo, de nuevo, por «no ser compatible».

Esto no hay por donde cogerlo. Desde Windows 11, Microsoft me dice que no se puede actualizar mi equipo a Windows 11. De modo que, ¿¿para actualizar Windows 11, necesito borrarlo todo y volver a instalar mi equipo mediante un USB desde cero?? Increíble.

Y sí, yo sé hacerlo y, relativamente, no me cuesta nada realizar una instalación completa excepto tener que invertir unas dos o tres horas en ello, pero habrá otras personas que no sean tan hábiles o, simplemente, no se planteen que, teniendo Windows 11, vayan a requerir borrar todo para instalar actualizaciones. Y es que la versión 22H2 salió hace ya un mes y el sistema no nos informa de nada, todo parece ir bien, todo parece estar a la última, y, sin embargo, resulta que vamos «retrasados». Para retrasados, parece que los responsables de Windows 11.

¡¡Es que no me cabe en la cabeza!! Me parece inconcebible que para actualizar un equipo 100% compatible y que ya corre el sistema operativo original, haya que crear un USB aparte y realizar una instalación «limpia», perdiendo todas las configuraciones y personalizaciones que has realizado durante meses. Increíble…

Windows 11, lo que se da, ¡¡no se quita!!

Santa Rita Rita, lo que se da no se quita. Así reza el dicho popular que Windows 11 ha incumplido conmigo.

A finales del 2019 compré el ordenador que me sigue acompañando en el día a día y en el que ejecuto todo tipo de programas y juegos de manera impecable. En aquel entonces adquirí un equipo sin sistema operativo, como de costumbre, donde luego instalaría un sistema desde cero a mi elección, sin bloatware y con mis particiones y configuración personalizada.

UN ERROR AFORTUNADO

Por algún motivo que desconozco, tras instalar la versión de Windows 10 de prueba, Microsoft activó Windows 10 Home en mi equipo. O sea, sin pagarlo y sin hacer nada extraño, nada más el ordenador se conectó a internet para realizar las primeras configuraciones, se me otorgó una licencia. Supongo que mi equipo fue validado como un OEM o algo así, no sé.

Desde entonces he gozado de un Windows 10 legal sin haber pasado por caja y sin ningún problema, con lo cual… gracias. Entonces instalé Windows 11. Como ya había una licencia asociada a mi equipo, cuando Windows 11 se conectó a la red volvió a activarse automáticamente.

Windows 11 ha resultado ser un sistema en el que estoy muy cómodo y que me parece que tiene una interfaz muy refinada, todo bajo el mismo funcionamiento impecable que me ofrecía Windows 10.

UN DESAFORTUNADO ERROR

Entonces, tras más o menos un mes de uso, recibí una jarra de agua fría, pues Windows 11 retiró de mi equipo la licencia de la estuve disfrutando durante más de dos años.

Si bien no puedo quejarme de que se hayan dado cuenta del error que cometieron en su día, siguen pasando cosas extrañas. Y es que, bajo Windows 10 sigo disfrutando del sistema operativo con la licencia activada, mientras que Windows 11 me la retira, aparentemente por un «reciente cambio de hardware»… que no ocurrió.

En cualquier caso, esto de la activación ahora que Windows se sumó al lifetime free upgrades, me parece que solo siguen siendo más trabas tontas que Microsoft tira contra su propio tejado.

Pasar de un modelo de «compra mi software e instálalo en el ordenador que quieras» a «compra mi software e instálalo solo en un ordenador» es algo que, inevitablemente, crea una cultura de necesitar crear obsolescencia de los equipos de los usuarios, cosa que, tal y como va el mundo, no es nada bueno ni para el usuario ni para el planeta.

Igual que la Unión Europea intenta meter mano contra los grandes monopolios, creo que también deberían legislar estas cuestiones. Es decir, que te compres un programa y no puedas instalarlo cuantas veces necesites y donde lo necesites… no tiene sentido.


Y que la gente no te quiera…

The path to Windows 11

Windows 11 se anunció a mediados del 2021 y este anuncio provocó muchos dilemas y no pocos dolores de cabeza a los que ya eran felices usuarios de un muy pulido Windows 10.

Muchos usuarios no entendimos esta decisión, pues, con Windows 10, los de Redmond parecían haber adoptado la filosofía de las distribuciones GNU/Linux, donde los cambios se van implementando de manera paulatina en revisiones periódicas. De todos modos, siguiendo con la filosofía actual de Microsoft, la actualización a Windows 11 sería gratuita para usuarios con licencia de Windows 10, con lo cual, en principio, tampoco suponía ningún problema a mayores si Microsoft quería cambiar la nomenclatura de su sistema operativo.

Lamentablemente, Windows 11 traía consigo nuevas restricciones hardware que iban a representar los verdaderos quebraderos de cabeza para muchos de los usuarios de Windows 10. Y es que, por una parte, Windows 11 incorporaba una buena reforma estética y muchas novedades interesantes, como la posibilidad de ejecutar aplicaciones exclusivas de Android, o diversas mejoras para desarrolladores, entre otras, todo dentro de un sistema que seguía siendo familiar, un sistema que, efectivamente, parecía más bien una reforma de Windows 10 a nivel interfaz. Pero, como decíamos, la problemática vino de los nuevos requerimientos hardware, que iban a impedir actualizar el equipo al nuevo sistema de escritorio para múltiples usuarios de Windows 10. Por un lado, se requería compatibilidad con TPM 2.0, un chip de seguridad del que no todos los usuarios disponían; por otro, subían las exigencias de memoria y de procesador. Sin ir más lejos, procesadores como mi Ryzen 5 de la serie 1000 parecían quedarse fuera. Y, como no, siguiendo con las malas noticias, Windows 10 vería terminado su soporte a finales de 2025, que, aunque esto ocurriría diez años después de su lanzamiento, nadie se lo esperaba y sólo sumaba malas noticias para sus felices usuarios, al igual que el hecho de que se aprovechaba la jugada para terminar con las versiones de 32 bits de Windows.

Actualmente, Microsoft rectificó ligeramente su planteamiento y permite instalar Windows 11 desde cero (no actualizar) sin estos requerimientos, aunque advierten que «podrían aparecer problemas de seguridad o no recibir todas las actualizaciones que vayan surgiendo para el sistema operativo».

PRUEBA Y ERROR

En todo caso, en cuanto Windows 11 salió al público quise echarle el guante, pero me topé con que mi sistema no era compatible con TPM 2.0 y mi procesador no estaba soportado. Lo del TPM lo busqué en aquel entonces en la BIOS, ya que mi placa no era tan antigua e igual existía la opción para activarlo, pero no encontré nada, así que supuse que no disponía de ese chip y desistí del tema. Han pasado varios meses y pude probar Windows 11 cuando puse en marcha aquel portátil Gibabyte G5, donde no sólo funcionaba bien sino que instaló todos los componentes a la perfección cuando con Windows 10 no sucedió lo mismo. Me había gustado la nueva interfaz en general y sus nuevas tipografías en particular, mejor adaptadas a las actuales pantallas LCD.

Y hete aquí que, por pura casualidad, recientemente me encontré con el término fTPM en la BIOS, una opción que otorga a los procesadores de AMD compatibilidad con en mencionado TPM 2.0, y que estaba desactivada. Tras activarla, intenté nuevamente actualizar con cierta ilusión a Windows 11 pero, otra vez, Windows Update no me lo permitía porque, al parecer, el nuevo sistema no soportaba mi Ryzen 5 de la serie 1000. Ocurrió que, estudiando un poco el tema, encontré que Microsoft considera a los Ryzen de la serie 1000 no aptos para Windows 11 porque los primeros no eran compatibles con TPM 2.0, sin embargo, algunos fabricantes sí integraron esa funcionalidad en sus placas base y ya no debería haber problema. Y así fue como, aunque no pude actualizar el sistema desde Windows 10 a Windows 11 bajo Windows Update, sí que se me permitió realizar una instalación limpia al nuevo sistema de Microsoft sin ninguna restricción y sin trucos, creando el USB de arranque directamente con la aplicación oficial. De nuevo, trabas tontas por parte de los de Redmond… aunque a mí no me supone ningún problema, pues habría hecho una instalación desde cero de todos modos. Trabas tontas como la obligación de estar conectados a internet o de usar una cuenta de Microsoft para poder instalar el sistema operativo.

¡BINGO!

Una vez ya operando bajo Windows 11, me he encontrado que finalizar la configuración a mis preferencias me ha resultado más sencilla de realizar que en Windows 10 y, por supuesto, que todo mi software cotidiano funciona perfectamente y que no se han olvidado de mantener esa funcionalidad que considero imprescindible de «Copias de seguridad y restauración (Windows 7)». También estoy disfrutando de su logrado tema oscuro y la desaparición de chorradas que sobraban y tenía que desactivarlas o esconderlas a mano en Windows 10, y lo mejor: ¡se han cargado a la pesada de Cortana! Pero sí es cierto que han pasado varios meses desde su lanzamiento y se aprecia que a la interfaz aún le falta un poco de pulido, pues ocurren algunas cosas extrañas. Problemas menores, en todo caso, similares, incluso diría menos graves, que los que estaban presentes en los inicios de Windows 10. Con todo, estoy satisfecho con el resultado final del nuevo Windows. Ya se habla de si estaremos ante el nuevo fiasco de Microsoft; para mí no estamos ante un nuevo caso de sistema fallido, pues el funcionamiento de Windows 11 es satisfactorio. Cuando nos cambiamos de Windows 98 a ME, aquel nuevo sistema estaba plagado de errores y por eso volvimos un paso atrás. Lo mismo cuando quisimos pasar de XP a Vista, donde el funcionamiento de este último dejaba mucho que desear. No estamos ante la misma tesitura; Windows 11 funciona perfecto, con apenas un par de detalles sin mayor importancia por pulir. Sería una lástima que la baja adopción de este sistema operativo, más por el rechazo que está causando el boca a boca que la realidad de su funcionamiento, terminara truncando el futuro de esta nueva iteración de Windows. Hay que decir que yo comienzo usando la versión 21H2, mientras que se espera para pronto la 22H2, versión que vendrá a solucionar gran parte de los problemas que le están achacando al nuevo Windows.

Bien es cierto que opino que no había por qué forzar las cosas. Windows 10, convertido en rolling release, lo estaba haciendo muy bien; la cuota de mercado lo demuestra. Funciona muy fino y ofrece un buen rendimiento. Los cambios mayores que incluye Windows 11 podían haberse colado bajo el mismo nombre de Windows 10 y haber subido un poco sus requerimientos de memoria y de procesador, al igual que ocurre en el mundo GNU/Linux a medida que pasa el tiempo y evolucionan los sistemas. Lo que ocurre es que una empresa como Microsoft no puede introducir mejoras en el sistema operativo que supongan un aumento significativo en el requerimiento de memoria o de procesador, pues puede dejar tiradas a miles de empresas de la noche a la mañana con una actualización. En ese sentido, empaquetar unas nuevas especificaciones bajo un nuevo nombre es lo más adecuado, mientras se deja el sistema anterior con soporte durante unos años para que las empresas puedan ir adaptándose. A los usuarios hogareños nos daría igual, que se llame Windows 10 ó Windows 11, pues no va a pasar nada porque en vez de 2 GB mínimos de RAM ahora sean 4 GB o porque la interfaz sufra un remodelado; el verdadero problema se debe únicamente al requerimiento del chip TPM 2.0 y al de Windows Hello, temas que podrían seguir siendo optativos, y tratar de educar en buenas prácticas de seguridad en lugar de obligar. En realidad, creo que la exigencia del TPM es el motivo tonto que puede hacer dar de bruces a Windows 11, pues siendo un sistema «gratuito» que a nivel de uso se siente más bien como una actualización de Windows 10, no veo por qué la gente no habría de darle una oportunidad. Unos tendrán un equipo sobrado para Windows 11 pero no dispondrán del dichoso chip criptográfico y no se podrán actualizar aunque quieran; otros, tendrán el TPM pero no serán «manitas» y no sabrán cómo activarlo. Y otros no se actualizarán simplemente por llevar la contraria a las imposiciones…

Para finalizar, quiero dejar un enlace a un artículo que me parece interesante, muy explicativo de las razones por las que Microsoft nos requiere el TPM 2.0 y el uso de una cuenta para usar Windows 11. Luego, cada uno que decida. Todos los equipos desde el 2016 deberían ser compatibles con TPM 2.0, ya que fue un requerimiento que Microsoft exigió a los fabricantes para certificar el hardware, así que tampoco es que tengamos que «estar a la última» para poder usar el nuevo Windows.

A pantalla completa, mejor

El lunes comenzó la cuarentena a nivel español; algunos no podemos practicar el teletrabajo, pero mucha gente, como mi pareja, comenzó con el teletrabajo desde el día 1 del confinamiento. Fue entonces cuando me di cuenta de que algo fallaba en el portátil que estaba usando para realizar su trabajo desde casa…

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La virtualización casera ya no es lo que era

¿Instalar un sistema operativo completo sobre otro y tratarlo como si fuese una aplicación más para poder operar con ambos a la vez?

Esta idea, impensable hace dos décadas y llegada tímidamente hace una, está a la orden del día hoy en día. Recuerdo haber intentado crear una virtualización de Linux hace unos años, sin éxito alguno. No obstante, veo que el panorama ha avanzado mucho, y ahora es un juego de niños virtualizar un sistema operativo (o varios) y ejecutar el virtualizado a una velocidad prácticamente transparente.

Virtualizar un sistema operativo tiene varias aplicaciones. La principal es que quieras, o necesites, trabajar con ambos y un arranque dual no sea la mejor opción. Para los amantes de las distros, una máquina virtual te permite probar diferentes sistemas operativos y configuraciones sin cuelgues y sin perder el buen funcionamiento de tu sistema base. Además, una máquina virtual de Linux, por ejemplo, permite crear de una manera sencilla una imagen del sistema cuando ya lo has puesto a punto, de modo que, llegada una eventual reinstalación del equipo, o que has decidido instalar controladores o programas sin garantías y la cosa no ha quedado bien, volver a poner en marcha tu sistema operativo es cuestión de un par de minutos.

En mi caso, me he puesto el VirtualBox para intentar colar Ubuntu MATE dentro de Windows 10 y, oye, esto me ha sorprendido. MATE corre fluido en la máquina virtual, es perfectamente usable para trabajar (de hecho, es mi sistema de trabajo principal). Además, con un par de clics, se puede activar una carpeta de intercambio de archivos entre ambos sistemas y también un portapapeles compartido, lo cual es todo lo que necesito.

Me resulta realmente cómodo y útil la facilidad que ofrece VirtualBox para crear una imagen del sistema Linux, actualizado y configurado. Por ejemplo, con Ubuntu y sus flavours, nos permite instalar la LTS e ir probando las updates semestrales sin problemas, ya que, si algo falla para nosotros en estas updates, tan sencillo como borrar la máquina virtual actual y recuperar la imagen guardada; así, en dos minutos, todo como estaba. Sólo por esto, creo que ya vale la pena.

También resulta muy cómoda la opción de «hibernar» la máquina virtual. Así, es posible apagar la máquina virtual, guardando el estado actual, y recuperar la sesión tal y como estaba en cuestión de segundos, lo que ahorra todo el proceso de arrancar el sistema operativo virtualizado. Esta función funciona realmente bien y ahorra mucho tiempo, guardando los reinicios completos sólo para cuando es necesario.

La verdad es que creo que, mientras que para muchos la virtualización no es más que una técnica indispensable para realizar su trabajo diario, para otros, es el sueño de todo geek.

Consideraciones.

Aunque la virtualización a nivel casero está a la orden del día, creo que no está exenta de requerir unos mínimos de hardware. Un PC con 8 GB RAM y un procesador de, al menos, 4 hilos de ejecución y placa que soporten virtualización asistida por hardware, como Intel VT-x o AMD-V, serán los mínimos recomendables para que la experiencia sea fluida.

He probado Ubuntu dentro de Windows 10 y viceversa. He de decir que la experiencia de virtualizar Windows 10 no ha sido positiva. Es decir, si necesitas ambos sistemas operativos a la vez, creo que la mejor opción es virtualizar Linux.

Sobre el caso Windows 10 1809 Update

Hace unos días apareció en nuestro Windows Update la posibilidad de actualizarnos a la versión 1809 de Windows 10. No obstante, cuando quisimos actualizar un día después resultó que la actualización había desaparecido del actualizador de Windows. Fuimos entonces a la web de Microsoft y conseguimos bajar una copia del nuevo sistema operativo sin problemas.

La sorpresa llegó hoy, cuando varios medios se hicieron eco de que Microsoft había paralizado la distribución de la segunda actualización «gorda» de Windows 10. Esto es debido a que existe, al parecer, un error crítico que borra archivos de los usuarios durante el proceso de actualización. En concreto parece ser que estaban desapareciendo archivos de la carpeta «Mis documentos».

Sin duda, se trata de un error crítico que trajo muchos dolores de cabeza a los usuarios afectados, quienes no tardaron en soltar chispas vocales en foros informáticos y redes sociales, motivo por el cual Microsoft decidió abandonar la difusión de la nueva iteración de su sistema operativo a esperas de resolver el problema.

Como usuario veterano de diversos sistemas operativos, entiendo el enfado de la gente, pero, a decir verdad, todos los sistemas operativos nos han avisado siempre, antes de realizar una instalación «gorda», de que debemos realizar una copia de seguridad de nuestros datos, pues se podrían perder durante el proceso de actualización. Supongo que se trata de la letra pequeña que nadie lee, o, tal vez, que nadie hacía caso ya al lobo diciendo que «podía ocurrir que».

En todo caso, los de Redmond ya han vuelto a colgar en la web el enlace a la iteración de abril de su sistema operativo, que es la versión recomendada actualmente para instalarse el Windows 10.

Sin más, tened siempre cuidado con cualquier actualización mayor de vuestro sistema operativo, pues nunca podemos esperar estar a salvo de un fallo «tonto» que nos derribe los datos del disco duro, en todo o en parte, se trate del sistema operativo que se trate.

Alma curioso-tecnológica

Aunque actualmente la bicicleta y sus entresijos ocupan gran parte de mi interés y dedicación en el blog, supongo que, antes que ciclista, he sido un aficionado a la tecnología y a la informática, y eso, de vez en cuando, aflora y necesita una alimentación.

Se da el caso de que próximamente, en concreto el 17 de octubre, aparecerá la renovación de Windows 10, Fall Creators Update. Por su parte, el 19 de octubre se presenta Ubuntu 17.10, en el que se abandonará Unity como cambio, tal vez, más representativo. Ambas son unas buenas noticias para mí, un tipo de usuario ávido de jugar y experimentar con los cambios y novedades que se van produciendo en el software (sí, bueno, y en el ciclismo y en todo en general jaja).

Como usuario de Windows 10, estoy muy satisfecho con la dirección que ha tomado el sistema operativo de Microsoft, comenzando, evidentemente, por su gratuidad si ya tenías una licencia previa. También me gusta mucho que se pueda bajar la ISO del sistema operativo actualizado para poder instalar desde cero en un momento dado. Ahora Microsoft nos ofrece dos actualizaciones mayores al año, incrementales, donde se aprecia el asentamiento y robustez de un sistema cada día más pulido. Y es que el cambio más o menos radical que Microsoft daba a sus sistemas operativos cada dos o tres años, previo paso por caja, siempre era su quebradero de cabeza y la razón de que a día de hoy Windows 7 todavía sea el sistema Windows más usado a nivel global.

Como usuario de Ubuntu, se aprecia que es un sistema diseñado para que cualquier home user pueda lidiar con las tareas cotidianas de manera eficiente. Es un sistema que no tiene que vender con el efecto wow!, por lo que da un poco igual que su interfaz haya cambiado más bien poco en el último lustro; en cambio, sus desarrolladores se ocupan de que a nivel interno sí esté siempre en plena evolución. Lo importante, a nivel de usuario, es que funciona, cada vez mejor y en más hardware, y se pone al día con los programas que lo componen. Además, en este 17.10, se cambiará de Unity a Gnome 3 (vuelta a los «orígenes»), lo que creo que es un movimiento muy acertado y que, si bien para Canonical representa el abandono de la unificación de plataformas, creo que será positivo para los usuarios, ya que Gnome… es mucho Gnome ;)

Y así, de vez en cuando, aparco la bicicleta unos días y me dedico a ese extraño gusto que tengo desde la adolescencia por instalar y probar diferentes sistemas operativos, a ver qué «se cuece» en cada mundillo.

Posdata friki: hablando de temas informáticos, me he dado cuenta de que se ha dado la casualidad de que este es el artículo 386 de este blog… :)