The path to Windows 11

Windows 11 se anunció a mediados del 2021 y este anuncio provocó muchos dilemas y no pocos dolores de cabeza a los que ya eran felices usuarios de un muy pulido Windows 10.

Muchos usuarios no entendimos esta decisión, pues, con Windows 10, los de Redmond parecían haber adoptado la filosofía de las distribuciones GNU/Linux, donde los cambios se van implementando de manera paulatina en revisiones periódicas. De todos modos, siguiendo con la filosofía actual de Microsoft, la actualización a Windows 11 sería gratuita para usuarios con licencia de Windows 10, con lo cual, en principio, tampoco suponía ningún problema a mayores si Microsoft quería cambiar la nomenclatura de su sistema operativo.

Lamentablemente, Windows 11 traía consigo nuevas restricciones hardware que iban a representar los verdaderos quebraderos de cabeza para muchos de los usuarios de Windows 10. Y es que, por una parte, Windows 11 incorporaba una buena reforma estética y muchas novedades interesantes, como la posibilidad de ejecutar aplicaciones exclusivas de Android, o diversas mejoras para desarrolladores, entre otras, todo dentro de un sistema que seguía siendo familiar, un sistema que, efectivamente, parecía más bien una reforma de Windows 10 a nivel interfaz. Pero, como decíamos, la problemática vino de los nuevos requerimientos hardware, que iban a impedir actualizar el equipo al nuevo sistema de escritorio para múltiples usuarios de Windows 10. Por un lado, se requería compatibilidad con TPM 2.0, un chip de seguridad del que no todos los usuarios disponían; por otro, subían las exigencias de memoria y de procesador. Sin ir más lejos, procesadores como mi Ryzen 5 de la serie 1000 parecían quedarse fuera. Y, como no, siguiendo con las malas noticias, Windows 10 vería terminado su soporte a finales de 2025, que, aunque esto ocurriría diez años después de su lanzamiento, nadie se lo esperaba y sólo sumaba malas noticias para sus felices usuarios, al igual que el hecho de que se aprovechaba la jugada para terminar con las versiones de 32 bits de Windows.

Actualmente, Microsoft rectificó ligeramente su planteamiento y permite instalar Windows 11 desde cero (no actualizar) sin estos requerimientos, aunque advierten que «podrían aparecer problemas de seguridad o no recibir todas las actualizaciones que vayan surgiendo para el sistema operativo».

PRUEBA Y ERROR

En todo caso, en cuanto Windows 11 salió al público quise echarle el guante, pero me topé con que mi sistema no era compatible con TPM 2.0 y mi procesador no estaba soportado. Lo del TPM lo busqué en aquel entonces en la BIOS, ya que mi placa no era tan antigua e igual existía la opción para activarlo, pero no encontré nada, así que supuse que no disponía de ese chip y desistí del tema. Han pasado varios meses y pude probar Windows 11 cuando puse en marcha aquel portátil Gibabyte G5, donde no sólo funcionaba bien sino que instaló todos los componentes a la perfección cuando con Windows 10 no sucedió lo mismo. Me había gustado la nueva interfaz en general y sus nuevas tipografías en particular, mejor adaptadas a las actuales pantallas LCD.

Y hete aquí que, por pura casualidad, recientemente me encontré con el término fTPM en la BIOS, una opción que otorga a los procesadores de AMD compatibilidad con en mencionado TPM 2.0, y que estaba desactivada. Tras activarla, intenté nuevamente actualizar con cierta ilusión a Windows 11 pero, otra vez, Windows Update no me lo permitía porque, al parecer, el nuevo sistema no soportaba mi Ryzen 5 de la serie 1000. Ocurrió que, estudiando un poco el tema, encontré que Microsoft considera a los Ryzen de la serie 1000 no aptos para Windows 11 porque los primeros no eran compatibles con TPM 2.0, sin embargo, algunos fabricantes sí integraron esa funcionalidad en sus placas base y ya no debería haber problema. Y así fue como, aunque no pude actualizar el sistema desde Windows 10 a Windows 11 bajo Windows Update, sí que se me permitió realizar una instalación limpia al nuevo sistema de Microsoft sin ninguna restricción y sin trucos, creando el USB de arranque directamente con la aplicación oficial. De nuevo, trabas tontas por parte de los de Redmond… aunque a mí no me supone ningún problema, pues habría hecho una instalación desde cero de todos modos. Trabas tontas como la obligación de estar conectados a internet o de usar una cuenta de Microsoft para poder instalar el sistema operativo.

¡BINGO!

Una vez ya operando bajo Windows 11, me he encontrado que finalizar la configuración a mis preferencias me ha resultado más sencilla de realizar que en Windows 10 y, por supuesto, que todo mi software cotidiano funciona perfectamente y que no se han olvidado de mantener esa funcionalidad que considero imprescindible de «Copias de seguridad y restauración (Windows 7)». También estoy disfrutando de su logrado tema oscuro y la desaparición de chorradas que sobraban y tenía que desactivarlas o esconderlas a mano en Windows 10, y lo mejor: ¡se han cargado a la pesada de Cortana! Pero sí es cierto que han pasado varios meses desde su lanzamiento y se aprecia que a la interfaz aún le falta un poco de pulido, pues ocurren algunas cosas extrañas. Problemas menores, en todo caso, similares, incluso diría menos graves, que los que estaban presentes en los inicios de Windows 10. Con todo, estoy satisfecho con el resultado final del nuevo Windows. Ya se habla de si estaremos ante el nuevo fiasco de Microsoft; para mí no estamos ante un nuevo caso de sistema fallido, pues el funcionamiento de Windows 11 es satisfactorio. Cuando nos cambiamos de Windows 98 a ME, aquel nuevo sistema estaba plagado de errores y por eso volvimos un paso atrás. Lo mismo cuando quisimos pasar de XP a Vista, donde el funcionamiento de este último dejaba mucho que desear. No estamos ante la misma tesitura; Windows 11 funciona perfecto, con apenas un par de detalles sin mayor importancia por pulir. Sería una lástima que la baja adopción de este sistema operativo, más por el rechazo que está causando el boca a boca que la realidad de su funcionamiento, terminara truncando el futuro de esta nueva iteración de Windows. Hay que decir que yo comienzo usando la versión 21H2, mientras que se espera para pronto la 22H2, versión que vendrá a solucionar gran parte de los problemas que le están achacando al nuevo Windows.

Bien es cierto que opino que no había por qué forzar las cosas. Windows 10, convertido en rolling release, lo estaba haciendo muy bien; la cuota de mercado lo demuestra. Funciona muy fino y ofrece un buen rendimiento. Los cambios mayores que incluye Windows 11 podían haberse colado bajo el mismo nombre de Windows 10 y haber subido un poco sus requerimientos de memoria y de procesador, al igual que ocurre en el mundo GNU/Linux a medida que pasa el tiempo y evolucionan los sistemas. Lo que ocurre es que una empresa como Microsoft no puede introducir mejoras en el sistema operativo que supongan un aumento significativo en el requerimiento de memoria o de procesador, pues puede dejar tiradas a miles de empresas de la noche a la mañana con una actualización. En ese sentido, empaquetar unas nuevas especificaciones bajo un nuevo nombre es lo más adecuado, mientras se deja el sistema anterior con soporte durante unos años para que las empresas puedan ir adaptándose. A los usuarios hogareños nos daría igual, que se llame Windows 10 ó Windows 11, pues no va a pasar nada porque en vez de 2 GB mínimos de RAM ahora sean 4 GB o porque la interfaz sufra un remodelado; el verdadero problema se debe únicamente al requerimiento del chip TPM 2.0 y al de Windows Hello, temas que podrían seguir siendo optativos, y tratar de educar en buenas prácticas de seguridad en lugar de obligar. En realidad, creo que la exigencia del TPM es el motivo tonto que puede hacer dar de bruces a Windows 11, pues siendo un sistema «gratuito» que a nivel de uso se siente más bien como una actualización de Windows 10, no veo por qué la gente no habría de darle una oportunidad. Unos tendrán un equipo sobrado para Windows 11 pero no dispondrán del dichoso chip criptográfico y no se podrán actualizar aunque quieran; otros, tendrán el TPM pero no serán «manitas» y no sabrán cómo activarlo. Y otros no se actualizarán simplemente por llevar la contraria a las imposiciones…

Para finalizar, quiero dejar un enlace a un artículo que me parece interesante, muy explicativo de las razones por las que Microsoft nos requiere el TPM 2.0 y el uso de una cuenta para usar Windows 11. Luego, cada uno que decida. Todos los equipos desde el 2016 deberían ser compatibles con TPM 2.0, ya que fue un requerimiento que Microsoft exigió a los fabricantes para certificar el hardware, así que tampoco es que tengamos que «estar a la última» para poder usar el nuevo Windows.

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