Me quedo con la Alma

Este blog estuvo muchos años fuertemente marcado por mis intereses ciclistas. Aquí he ido plasmando mi evolución, mis aprendizajes y mis diversas monturas.

Empezamos con aquella mítica Scott Scale 50, con mis primeros 1000 km en bici… en la vuelta a las dos ruedas a mis 29 años. La Scale sería una bicicleta que me acompañaría durante 5 años, años durante los cuales aprendí mucho sobre ciclismo y mecánica de bicicletas, un lustro durante el cual le realicé diferentes modificaciones ergonómicas a mi Scott, enfocadas a «trailificar» mi montura y hacerla lo más polivalente posible.

Luego, con mi siguiente montura, empecé a ver que las bicis se vendían muy bien de segunda mano, y empezaron a pasar por mis manos diversas monturas, trail, enduro, carretera… En definitiva, aproveché para probar un poco de todo, ruedas de 26″, 27,5″, 29″, carretera, cambios electrónicos…

Llegado a un punto, tenía una bicicleta de montaña y una de carretera en mi garaje, donde la carretera me había ganado completamente y había potenciado y explotado mi estado físico al realizar entrenamientos más largos, más concienzudos y más habituales.

Entonces, mi hermano abandonó la bicicleta, y aproveché la coyuntura para incorporar una tercera montura a mi garaje. Fue así como me hice con un triplete muy interesante: una bici de carretera para mis entrenamientos diarios, una trail para los días de bici y bajadas con los colegas, y una XC para las marchas de montaña largas o las kilometradas en las que afrontaría mucho terreno de carretera mezclado con terreno montañoso.

En plena forma y asistiendo rutas como la Pontevedra 4 Picos, llegó la pandemia y mi estado físico se echó a perder, pese a que puse bastante de mi parte por mantenerme realizando cientos de vueltas a un circuito casero improvisado al que dedicaba una hora diaria o así a dar vueltas como un mono. Una vez pudimos volver a la calle, vimos como el stock de bicicletas y material ciclista comenzó a quedarse sin stock, y sufrimos las diversas trabas que el estado español puso a los ciclistas para poder realizar su actividad: que si hoy se pude salir del municipio, que si mañana no, que si hay que llevar mascarilla y pasarlo horrible en momentos en los que te falta el aire incluso respirando a boca suelta… Todo esto terminó haciendo mella en mi interés por el ciclismo y me metí en el mundo motero.

Ahora ya hemos vuelto a la vida «normal», y ya podemos realizar ciclismo con normalidad, pese a que el stock de bicicletas y repuestos sigue bastante bajo mínimos. Sin embargo, he perdido ese hábito y esas ganas de montar en bicicleta, también el estado físico que había construido, y no consigo retomarlos. Salgo un día, dos, tres… parece que remonto, y luego no la toco durante un mes.

Todo esto me ha llevado a aprovechar que estamos en una temporada en la que todo el mundo quiere una bicicleta y casi no hay stock de bicis nuevas para vender las bicis que «me sobraban». Primero se fue la doble de trail y ahora se fue la de carretera. La bicicleta de carretera me pone muy en forma, pero también sufro muchos enfados cuando los demás vehículos de la vía no me respetan y también cuando veo otros «colegas» de carretera, normalmente en grupetas, que tampoco respetan a los demás, que van pintando el indio cual reyes de la carretera sin reglas, y que no me respetan ni siquiera a mí, un colega de afición que va solitario sin meterse con nadie… El monte me da mas paz; ahí, rara es la ocasión en la que algo perturba mi tranquilidad. A menudo, suelo volver satisfecho de una ruta de montaña, mientras que, lamentablemente, en demasiadas ocasiones algo opaca o enturbia una buena ruta de carretera.

Es por eso que me he quedado únicamente con la Alma, la bici que «vale para todo», como mi única aliada para cada vez que quiera, y me anime, a dar pedales. Eso sí, como de costumbre, un poco modificada para que sea más polivalente, más trail, más afín a mis gustos.

¿Conseguiré retomar la afición de manera habitual?  Veremos…

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