Orbea Alma M25

Temporada nueva, montura nueva. En esta ocasión probamos la Orbea Alma M25, una delicia de bicicleta que nos devuelve al ciclismo de montaña rígido, un «palo» que no tocábamos desde el 2013.

Estamos ante una bicicleta de carbono OMP de Orbea (lígeramente más pesado pero más cómodo que el OMR), que marca cerca de los 10,4 kg tubelizada y sin pedales y, en cualquier caso, por debajo de los 11 kg con ellos. Lleva todo el cableado interno y, por supuesto, incorpora eje Boost.

Punto por punto

En su excelente montaje encontramos el grupo SRAM Eagle GX, en configuración de 34 x 10-50, aunque para la pata de cambio trasero se ha optado por la tope gama para enduro, la X01. Es mi primera toma de contacto con las 12v de SRAM y he de decir que es un sistema que funciona realmente suave. En los pulsadores, no hay mucha diferencia de tacto con los grupos 1×11 de Shimano, si bien noto que quedan un poco más alejados del pulgar de lo que desearía, aunque también que se accionan con mayor suavidad. El «release» de las marchas va en dirección contraria al clásico de Shimano, y hay que accionarlo con el pulgar. Esto me ha ocasionado alguna bajada de marcha cuando, en realidad, lo que quería era subirla, pero es fácil acostumbrarse. Lo «malo» es que, si tienes ambos sistemas, acabarás accionando el Shimano al estilo SRAM. Por lo demás, decir que el plato de 34 pega de maravilla con la ligereza de la Alma, y el rango 10-50 ofrece una gozada de desarrollo.

La suspensión corre a cargo de una elegante horquilla FOX 32 Step-Cast de 100 mm con bloqueo remoto y eje Boost 15×110. El bloqueo es total, con lo que, al ponerse en pie, la sensación de como escala carretera esta bicicleta no está muy lejos de la sensación de una bicicleta de carretera en sí. La sensación de cómo dibuja el terreno me parece muy buena.

Las ruedas son unas Mavic Crossmax, que este año incorporan el (ruidoso) núcleo Instant Drive 360 y que van vestidas por las famosas Maxxis Ikon 2.2 TLR. Estas cubiertas ofrecen un gran balón, el cual es comparable a las X-King 2.4 que tengo montadas en la Occam. No obstante, no tardé en cambiarlas por unas X-King PureGrip 2.2, las cuales, para mi gusto, ofrecen más agarre y devoran la carretera a mejor ritmo (y más silencioso).

En los frenos encontramos unos Shimano MT501 con pinzas BR500, que parece que desmerecen del conjunto (unos XT M8000 serían los ideales) pero que, en cualquier caso, resultan eficaces, con buena potencia de frenado, mientras que la apariencia no desentona. Con los frenos siempre tengo una pequeña decepción los primeros días, y es que los frenos nuevos tardan unos 300 km de buenas bajadas en coger una buena mordida.

Tenemos un manillar plano de 72 cm marca de la casa, al igual que los puños, los cuales me parecen de gran calidad, siendo el tacto muy similar a mis siempre favoritos Race Face Half Nelson. La tija y potencia son unas Race Face Ride y el sillín es un Selle Italia SL X-Cross Flow de bastante calidad que tira a duro y con hueco antiprostático y que, contra todo pronóstico (por anteriores malas experiencias con los antiprostáticos), se ha convertido en mi favorito para la montaña. Bastaron tres rutas para notarme súper cómodo con este sillín.

Experiencia de uso

Y llegamos a lo interesante, la experiencia de uso de la Alma.

En carretera, el comportamiento me parece a la altura de lo esperado, o… incluso mejor. Escala suficientemente bien, tiene holgura de marcha para las bajadas y llanea a buen ritmo. Y con buen ritmo quiero decir que en los segmentos del Strava los tiempos que obtengo con esta bicicleta son muy parejos a la Orca, tanto en llano como en subida, y con esto quiero decir que no cuesta seguir el ritmo a cualquier ciclista de carretera de nivel medio.

En cuanto a la montaña, el paso de la trail doble a esta requiere unos días de práctica para cogerle el punto. En subida, ningún problema, pero, en bajada, se aprecia como la rueda de atrás «va por libre». Con una distancia entre ejes más corta y la ausencia de suspensión trasera, hay que volver a acostumbrarse a este tipo de bicicleta que, en montaña, requiere un extra de atención y un extra de técnica para guiarla correctamente por donde queremos ir. No obstante, son suficientes tres o cuatro rutas para coger confianza en la montura que ofrece una rígida como la Alma. Y el caso es que, una vez cogida esta confianza, sorprendido por la suavidad con la que se desliza por el terreno montañoso.

La ligereza de esta bicicleta queda patente en cualquier escalada de montaña, ya que parece que se desliza sin apenas resistencia (viniendo de la trail de aluminio). Tanto es así, que con ella he obtenido mi primer KOM en un tramo largo (hace ilusión), mientras que estar entre los primeros puestos de los segmentos montañosos se ha convertido en una constante. La comodidad me ha sorprendido, pues, aunque no es la suavidad de la trail, no he tenido problemas con esos impactos que van directos a la espalda en lugar de absorberlos la suspensión trasera, aunque creo que aquí, aparte de la ligera flexibilidad de la tija, también juega un papel muy importante la pericia y técnica del ciclista, ya que no sólo en bajada se necesita un extra de técnica con este tipo de bicicletas, sino también en subidas o llanos bacheados, donde un buen juego corporal ayuda a evitar la mayoría de esos pequeños impactos que pueden ir destrozando nuestra espalda a lo largo de la ruta.

Mis planes para esta bicicleta son rutas largas que intercalan bastante carretera con monte pistero. Mucha gente hoy en día se iría a una Gravel para este propósito, pero yo encuentro que una rígida de montaña permite disfrutar mejor de los tramos de montaña, mientras que, en carretera, permite mantener un buen ritmo. Y en esta tesitura, encuentro que la Alma es una bicicleta perfecta para este cometido. Una montura cómoda y altamente eficiente que nos permite disfrutar a tope de rutas mixtas.

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Un comentario el “Orbea Alma M25

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